Ningún rincón del planeta está a salvo de la crisis climática. Los cambios en el clima y en el sistema climático son una realidad a la que hay que hacer frente sin titubeos. Muchos de los cambios que ya se experimentan no tienen precedentes en siglos. Algunos, como la continua subida del nivel del mar, la salud de los océanos o el deshielo de Groenlandia y la Antártida ya han arrancado y son irreversibles en cientos o miles de años.
Tras el baño de realidad, el grupo de especialistas de la ONU guarda un mensaje para la esperanza que esperan que sirva de estímulo: una reducción fuerte y sostenida de las emisiones de dióxido de carbono (CO2) y otros gases de efecto invernadero limitaría la temperatura y el cambio climático. Para luchar contra la crisis climática hay tiempo, pero cada vez va quedando menos para evitar los peores impactos. Según el Grupo de Trabajo I del IPCC –encargado de este informe–, aunque los beneficios para la calidad del aire serían casi inmediatos, podrían pasar entre 20 y 30 años hasta ver estabilizarse las temperaturas globales.
El informe muestra que las acciones humanas siguen teniendo el potencial de determinar el curso futuro del clima. Una vez más, se reafirma que existe una relación casi lineal entre las emisiones antropogénicas acumuladas y el calentamiento global que provocan. En este sentido, la evidencia es clara en cuanto a que el CO2 es el principal impulsor del cambio climático, aunque no el único: “Limitar otros gases de efecto invernadero y contaminantes atmosféricos, especialmente el metano, podría tener beneficios tanto para la salud como para el clima”, señala Panmao Zhai, copresidente del Grupo de Trabajo I del IPCC.
Aunque estaba previsto que el informe se publicara en abril de 2021, la pandemia de COVID-19 ha retrasado su presentación. La versión final fue aprobada el pasado viernes por los 195 países miembros del IPCC y es la primera de las tres partes que conforman el Sexto Informe de Evaluación (6th Assessment Report, o AR6), el que será el trabajo más completo y actualizado sobre la crisis climática hasta la fecha.
El anterior trabajo dedicado a los fundamentos físicos del clima es de 2013, es decir, antes de que se firmara el Acuerdo de París, donde se pactó trabajar para limitar la temperatura en 2 ºC y hacer todo lo posible para no superar los 1,5 ºC. Sobre esto último, la comunidad científica tiene algo que decir: a menos que se produzcan reducciones inmediatas, rápidas y a gran escala de las emisiones, quedarse en esos umbrales será inalcanzable.
Cinco escenarios posibles
Como consecuencia de las emisiones descontroladas procedentes de las actividades humanas, la temperatura ya ha subido aproximadamente 1,1 °C desde la época preindustrial (1850-1900). Según apunta el IPCC, esta tendencia no se frenará: se espera que, durante los próximos 20 años, la temperatura global alcance o supere los 1,5 ºC de calentamiento –solo faltan 0,4 ºC más para ello–.
¿Qué supone rebasar este límite? Con grado y medio más, aumentarán las olas de calor, se alargarán las estaciones calurosas y se acortarán las frías. Con 2 °C, en cambio, los extremos de calor alcanzarán con más frecuencia los umbrales críticos de tolerancia para la agricultura y la salud, avisa el IPCC.
Estas estimaciones están basadas en la mejora de los conjuntos de datos de observación para evaluar el calentamiento histórico, así como en los avances en la comprensión científica de la respuesta del sistema climático a las emisiones de gases de efecto invernadero de origen humano. En resumen: la ciencia ha dejado todo su conocimiento y potencial al servicio de la clase política, por lo que no hay excusas que valgan.
Una de las grandes novedades de este informe es que, a diferencia de anteriores, proyecta hasta cinco escenarios futuros en función de las emisiones generadas por la humanidad. Los resultados del siglo XXI se presentan a corto plazo (2021-2040), a medio plazo (2041-2060) y a largo plazo (2081-2100).
Para finales de siglo, las estimaciones de temperatura oscilan entre 1 ºC en un escenario de emisiones de gases efecto invernadero muy bajas (denominado SSP1-1.9) y 5,7 ºC en un escenario de emisiones muy altas (conocido como SSP5-8.5). La última vez que la temperatura global se mantuvo en un nivel igual o superior a 2,5 °C respecto a 1850-1900 fue hace más de 3 millones de años.
¿Qué posibilidades hay de cumplir con el Acuerdo de París? Según los modelos del IPCC, los 2 ºC se superarían a mediados y finales de siglo bajo escenarios de emisiones altas y muy altas (SSP3-7.0 y SSP5-8.5, respectivamente). En el escenario intermedio (SSP2-4.5) es “muy probable” que se supere, mientras que con emisiones muy bajas (SSP1-1.9) es “extremadamente improbable”. Con emisiones bajas (SSP1-2.6) es “poco probable”. Para esta y la próxima década, en todos los escenarios proyectados es casi seguro que se alcance o supere el grado y medio, si bien es casi imposible que se llegue a los 2 ºC.
Si de verdad hubiera una política estricta de reducción de emisiones hasta alcanzar las emisiones netas cero, el mejor de los escenarios proyectados por el IPCC estima llegar a 2100 con 1,4 ºC de calentamiento respecto a 1850-1900.
Un elemento que se debe tener en cuenta es el presupuesto de carbono restante, es decir, la cantidad de carbono que se puede emitir en un periodo de tiempo si se quieren cumplir los objetivos climáticos. Según las nuevas estimaciones del IPCC, usando 2020 como referencia, limitar la temperatura en el grado y medio implica no sobrepasar las 300 gigatoneladas a finales de siglo. Actualmente, el mundo emite unas 40 gigatoneladas por año, por lo que se gastaría el presupuesto en menos de 8 años. En cambio, quedarse en los 2 ºC supone no emitir más de 900 GtCO2, que al ritmo actual de emisiones se lograría en la década de 2040.
Cada décima de temperatura extra importa
Con un calentamiento global de 1,5 °C, se prevé que las precipitaciones intensas y las inundaciones asociadas se intensifiquen y sean más frecuentes en la mayoría de las regiones de África y Asia, América del Norte y Europa. Asimismo, se prevé que las sequías agrícolas y ecológicas sean más frecuentes y/o graves en algunas regiones de todos los continentes, excepto en Asia, y se espera un aumento de las sequías meteorológicas en algunas regiones.
A partir de 2 °C de calentamiento global, el IPCC no duda en que los fenómenos que ya se experimentan en la actualidad serán mucho mayores y habituales. Por ejemplo, las fuertes precipitaciones y las inundaciones asociadas serán más intensas y frecuentes en las islas del Pacífico y en muchas regiones de América del Norte y Europa. Estos cambios también se observan en algunas regiones de Australasia y América Central y del Sur. Asimismo, se espera que varias regiones de África, América del Sur y Europa, así como Australasia, América Central y del Norte y el Caribe, sufran un aumento de la frecuencia y la gravedad de las sequías agrícolas y ecológicas.
El informe espera, con una alta probabilidad, que el calentamiento adicional amplifique el deshielo del permafrost –el suelo permanentemente congelado–, lo que liberaría millones de toneladas de metano. Además, la pérdida de carbono tras la desaparición del permafrost es irreversible en cientos de años.
También se vería agravada la pérdida de la capa de nieve estacional, del hielo terrestre y del hielo marino del Ártico. Para antes de 2050, “es probable” que el Ártico esté prácticamente libre de hielo marino en septiembre al menos una vez, independientemente del nivel de emisiones actuales y futuras. Que este no se convierta en un evento recurrente dependerá de no alcanzar niveles de calentamiento más altos.
Otro de los cambios esperados como consecuencia del calentamiento global es la mayor intensificación del ciclo global del agua, incluyendo su variabilidad, las precipitaciones monzónicas globales y la severidad de los eventos húmedos y secos. En el caso de las lluvias, se prevé que la media anual aumente entre un 0-5% en el escenario de emisiones de GEI muy bajas (SSP1-1.9) y un 1-13% en el escenario de emisiones de GEI muy altas (SSP5-8.5) para 2081-2100 en relación con 1995-2014.
Aun sin hacer nada, los glaciares montañosos y polares están condenados a fundirse durante décadas o siglos. La pérdida continua de hielo durante el siglo XXI es “prácticamente segura” para la capa de hielo de Groenlandia y “probable” para la capa de hielo de la Antártida.
El análisis del Grupo de Trabajo I del IPCC llega hasta el punto de estimar, en base a pruebas paleoclimáticas e históricas, que es probable que se produzca al menos una gran erupción volcánica explosiva durante el siglo XXI. “Esto enmascararía temporal y parcialmente el cambio climático provocado por el ser humano”, recoge el informe.
En este punto, ¿hay que descartar situaciones aún más extremas por la baja probabilidad de que sucedan? El panel de especialistas considera que no y que deben formar parte de la evaluación de riesgos. El colapso de la capa de hielo, los cambios bruscos en la circulación de los océanos, algunos eventos extremos compuestos y el calentamiento sustancialmente mayor que el rango evaluado como muy probable del calentamiento futuro son algunos de los futuros distópicos que conviene no obviar.
Las emisiones y la temperatura no dejan de aumentar
Volviendo al presente (y pasado), para el Grupo de Trabajo I es “inequívoco” que la influencia humana está detrás del calentamiento de la atmósfera, el océano y la tierra. En 2019, las concentraciones atmosféricas de CO2 fueron más altas que en cualquier momento en al menos 2 millones de años, y las concentraciones de CH4 y N2O fueron las más elevadas en al menos 800.000 años. Desde 2011 (cuando se reportaron las mediciones en el anterior informe), las concentraciones han alcanzado promedios anuales de 410 partes por millón para el CO2, 1866 partes por billón para el metano (CH4) y 332 partes por billón para el óxido nitroso (N2O) en 2019. Respecto a esto, existe un amplio consenso de que 350 ppm –valor superado a finales de los 80– es el nivel ‘seguro’ de CO2 que debe haber en la atmósfera.
Desde 1850, cada una de las últimas cuatro décadas ha sido sucesivamente más calurosa que cualquier década que la haya precedido. El grupo de especialistas marca en 1,07 ºC el aumento de temperatura por culpa de las actividades humanas. En el caso de España, la temperatura ha subido en 1,7 ºC desde la época preindustrial y 1,3 ºC en los últimos 60 años. Para hacerse una idea de la dimensión del problema, el IPCC señala que las temperaturas durante la década 2011-2020 superan las del periodo cálido multisecular más reciente, de hace unos 6.500 años.
Fenómenos cada vez más extremos y habituales
El que podría conocerse como informe de la pandemia llega en un momento en el que resulta imposible negar la crisis climática. Los imparables incendios en Siberia, Grecia, Turquía, Amazonia y otras tantas zonas del planeta, las olas de calor en Canadá y Estados Unidos o las inundaciones en China, India, Alemania y Bélgica, por nombrar algunos recientes, no dejan lugar a dudas. "Este informe es una comprobación de la realidad", sostiene la copresidenta del Grupo de Trabajo I del IPCC, Valérie Masson-Delmotte. "Ahora tenemos una imagen mucho más clara del clima pasado, presente y futuro, lo que es esencial para entender hacia dónde nos dirigimos, qué podemos hacer y cómo podemos prepararnos". Y lanza un mensaje para negacionistas: "Hace décadas que está claro que el clima de la Tierra está cambiando, y el papel de la influencia humana en el sistema climático es indiscutible".
La crisis climática está afectando a muchos fenómenos meteorológicos y climáticos extremos en todas las regiones del mundo. “Es prácticamente seguro que los extremos cálidos (incluidas las olas de calor) se han vuelto más frecuentes e intensos en la mayoría de las regiones terrestres desde la década de 1950, mientras que los extremos fríos (incluidas las olas de frío) se han vuelto menos frecuentes y severos”, recoge el documento. “Algunos de los recientes extremos de calor observados en la última década habrían sido extremadamente improbables sin la influencia humana en el sistema climático”, añaden.
Como consecuencia de la quema continuada de combustibles fósiles, también se han visto alteradas la frecuencia y la intensidad de las precipitaciones intensas, que han aumentado desde la década de 1950 en la mayor parte de la superficie terrestre. Asimismo, el IPCC sostiene que el cambio climático actual ha contribuido a aumentar las sequías agrícolas y ecológicas en algunas regiones, además de incrementar las fuertes precipitaciones asociadas a los ciclones tropicales. Sobre esto último, el informe prevé que la proporción de ciclones categorías 4-5 y las velocidades máximas de sus vientos también incrementen con el aumento del calentamiento global
Los sumideros naturales de carbono están al límite
El IPCC estima con “alta probabilidad” que, durante las últimas seis décadas, los bosques y océanos han eliminado cada año de la atmósfera en torno al 56% de las emisiones de CO2 procedentes de las actividades humanas. Sin embargo, esta ayuda se verá reducida en un futuro. Acorde a las proyecciones recogidas en el informe, en escenarios con emisiones de CO2 elevadas se prevé que los sumideros de carbono oceánicos y terrestres sean menos eficaces para frenar la acumulación de CO2 en la atmósfera. Es decir, los ecosistemas tienen menor capacidad para ayudar a mitigar el cambio climático conforme más gases se expulsan.
Si entre 1850-2019 los sumideros terrestres y oceánicos absorbieron 1430 GtCO2, es decir, el 59% de las emisiones, en 2100, en un futuro donde las emisiones estén disparadas, la capacidad de retención sería solo del 38%.
¿Y a qué se debe esa pérdida de eficacia? En cuanto a los océanos, la influencia humana ha provocado que se haya calentado más rápido durante el último siglo que desde el final de la última época de transición glacial, hace unos 11.000 años.
Las emisiones de CO2 descontroladas también inciden en una mayor frecuencia de olas de calor marinas, un incremento de la acidificación y una reducción de los niveles de oxígeno. Estos cambios, que continuarán como mínimo durante el resto de este siglo.
Fuente: climatica.lamarea.com